La segunda mitad del siglo XX es para Chile un período de luces y sombras. El país oscila entre avances democráticos y quiebres institucionales, que dejan una impronta imborrable en su historia. La elección de Salvador Allende en 1970 como el primer presidente socialista marca un hito de la historia democrática de Chile, pero su gobierno termina abruptamente con el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973, liderado por Augusto Pinochet. La dictadura que se implanta entre 1973 y 1990 está marcada por la represión, la violación sistemática de los derechos humanos y una reestructuración económica basada en principios neoliberales.
El 5 de octubre de 1988, el régimen de Pinochet convoca un plebiscito para decidir su continuidad al frente de la presidencia de la República, pero el triunfo del «No» con más del 55% de los votos abre el camino a las elecciones presidenciales de 1989. La victoria de Patricio Aylwin supone el inicio del camino hacia la recuperación de la democracia e inicia un complejo proceso de reconciliación nacional. La búsqueda de verdad y justicia, aunque condicionada por la necesidad de estabilidad política, marca los primeros años de la transición.
Las relaciones entre Chile y España son intensas. Durante la dictadura, España se convierte en refugio de miles de exiliados chilenos y la transición española sirve de referente para la oposición chilena ante la imposibilidad de forzar la ruptura democrática del régimen de Pinochet. El gobierno de España establece una posición crítica y condenatoria contra éste, principalmente tras la llegada de Felipe González a La Moncloa en 1982. La normalización política de las relaciones bilaterales Chile-España no se produce hasta el año 1990. El gobierno español brinda un firme respaldo al restablecimiento de la democracia en Chile. La buena relación entre Felipe González y Patricia Aylwin favorece la cooperación económica y política y, como prueba de ello, se alcanza la firma del Tratado General de Cooperación y Amistad entre España y Chile en octubre de 1990.
Más allá del ámbito político, el siglo XX es también un período de efervescencia cultural en Chile. La literatura y la música son dos pilares fundamentales de su identidad cultural. Figuras como Pablo Neruda y Gabriela Mistral, ambos galardonados con el Premio Nobel de Literatura, proyectan a Chile en la escena mundial con una poesía profundamente arraigada en la identidad nacional y la justicia social. En el ámbito musical, la Nueva Canción Chilena, con exponentes como Víctor Jara, Violeta Parra e Inti-Illimani, fusiona las raíces folclóricas con un fuerte compromiso político y social. Durante la dictadura, muchas de estas expresiones fueron censuradas, pero se convirtieron en símbolos de resistencia tanto dentro como fuera del país.
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