La relación con España está profundamente marcada por el flujo migratorio, especialmente después de la instauración de la dictadura franquista, que impulsó a muchos refugiados republicanos a buscar asilo en países como Uruguay. Allí, además de encontrar un espacio de acogida, se integraron en los ámbitos cultural y político. Varios sectores de la sociedad uruguaya se vieron enriquecidos por este intercambio. Por ejemplo, el arquitecto catalán Antonio Bonet Castellana llegó a Uruguay en 1945 para dirigir las obras de Punta Ballena, inmerso en un entorno cultural que también albergaba a grandes artistas como el poeta Rafael Alberti. La actriz Margarita Xirgu, primera actriz del Teatro Español de Madrid y exiliada durante la dictadura, encontró refugio en el teatro uruguayo, donde se convirtió en directora de la Escuela de Arte Dramático de Montevideo.
Este vínculo de apoyo político y cultural facilitó el flujo migratorio en sentido inverso. Durante las décadas de 1970 y 1980, en plena Transición española, uno de los momentos más significativos de la migración uruguaya tuvo lugar. La dictadura cívico-militar en Uruguay (1973-1985) obligó a miles de uruguayos a emigrar, muchos de ellos hacia España, atraídos por los lazos políticos y la afinidad lingüística y cultural. Tras la transición a la democracia, el perfil del migrante uruguayo cambió: a diferencia de los exiliados políticos, los nuevos emigrantes llegaron a España en busca de mejores oportunidades económicas a finales del siglo XX.
Este constante intercambio migratorio y cultural ha fortalecido un vínculo profundo entre ambos países, caracterizado por la memoria compartida, la cooperación y una herencia común que sigue vigente en la actualidad.
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