Última colonia española en América Latina, entre 1898 y 1959 la isla sufre la dictadura de Fulgencio Batista, un régimen marcado por la represión y la violencia que ahoga las esperanzas de un pueblo anhelante de justicia. El desarrollo económico de la isla queda supeditado a los intereses de Estados Unidos. La prosperidad de su economía queda en manos de una élite privilegiada, relegando a la mayoría de la población a la pobreza y la exclusión.
El triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959, liderada por Fidel Castro y el Che Guevara, pone fin a la dictadura de Fulgencio Batista y da paso a la instauración de un sistema socialista. Como señala Carlos Granés, Cuba se convierte en “la hoguera que repartiría chispas revolucionarias por toda América Latina”. La isla caribeña se erige en un símbolo para una generación de jóvenes latinoamericanos, que ven en Castro y el Che un modelo de lucha contra las dictaduras y el sistema burgués-capitalista.
La alianza entre la URSS y Cuba es un pilar fundamental para el desarrollo del régimen de Fidel Castro durante la segunda mitad del siglo XX, situando a la isla en el centro de la Guerra Fría, especialmente durante la Crisis de los Misiles de 1962. Con la caída de la URSS, la desaparición del apoyo económico y militar fuerza al régimen cubano a emprender un proceso gradual de apertura.
Las relaciones entre España y Cuba son históricamente estrechas, marcadas por su pasado colonial y la significativa presencia migratoria española en la isla. La política iberoamericana del gobierno de Felipe González adopta un enfoque propio e independiente hacia Cuba. Apesar de las tensiones, la relación franca y directa entre González y Fidel Castro busca fortalecer los lazos de amistad y favorecer los intereses españoles en la isla. Este vínculo combina la ayuda a la cooperación con la exigencia de reformas democráticas.
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